viernes, 11 de diciembre de 2009

De cuando Rafael Albertí se escondió en Ibiza, una precisión al poeta


Una carta al director publicada en El País el 13 de marzo del 2005, con un estilo pretendidamente tortuoso ante los continuos alardes del poeta en sus artículos meorialísticos publicados en el, a la sazón, excelente periódico.
Un año después ya dejaría de comprarlo y de leerlo.
En la foto, Rafael Alberti, uno de los poetas que mejor ha sabido disfrazarse de marinero.
Gran parte de su vida ha sido una impostura, una caricatura de sí mismo destilado con retazos de Neruda, de Picasso, de Lorca y de otros brillantes ejemplos del siglo XX.
El hecho es que dijo algo así como "cuando caí preso en Ibiza...".
No pude contenerme y le escribí esta cartita.
Otra día hablaré de Albertí, sus viudos, y de sus albertinas. Otro día.
***

Leo y guardo con atención las vibrantes memorias de Rafael Alberti. A juzgar por algunas cartas al director deduzco que la memoria de don Rafael quizá con excesiva frecuencia

se permite perderse en la frondosa arboleda de su amplia vida, que Dios guarde muchos años.Así, en la entrega Luis Buñuel en Venecia, don Rafael menciona la isla de Ibiza, desde la cual se enteró de la dramática noticia del asesinato de Federico García Lorca. Y he aquí que quedo sorprendido, una vez más, cuando escribe Alberti: "...recién regresado yo de la isla de Ibiza, en donde había caído prisionero".

Doy por sentado que sobre su propia vida sabe más Rafael Alberti que nadie, pero, según mis noticias, varias y contrastadas (testimonios que saldrán publicados en un próximo librito sobre los modernos Ulises mediterráneos como Alberti), nuestro poeta jamás cayó prisionero de nadie en Ibiza. Rafael Alberti se escondió simplemente, e hizo muy bien. ¿Qué habría ocurrido de no esconderse? Seguramente habría caído, como dice él, prisionero. He leído igualmente su primer tomo de La arboleda perdida, su Miliziani a Ibiza, y el hermoso libro de su esposa, María Teresa León, Retornos de lo vivo lejano. Nada en sus páginas hace pensar que hubiesen caído prisioneros de nadie. Según lo que sé, don Rafael vivió unos días en plena arboleda de pinos, tan abundantes, aromáticos y protectores en estas Pitiusas (islas de pinos). Pero, en fin, corríjame si me equivoco yo.

Enlace a El País

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