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El misterio finaliza (o comienza, según se vea) en una casa en el término municipal de San José, en la isla de Ibiza, el 11 de diciembre de 1976. Aquel día, Mark Forgy, acompañante inseparable y heredero del falsificador con más renombre de aquel tiempo, Elmyr de Hory, descubrió el cuerpo de su amigo, que agonizaba. De Hory, un pintor que había llenado de falsos Matisses, Picassos y Chagalles colecciones privadas, galerías y, según aseguraba, respetados museos de medio mundo, había puesto término a su vida con un bote de barbitúricos. Eso antes que acabar, como probablemente ocurriría, en una cárcel francesa. Para cuando Forgy lo encontró aquella mañana, no le quedaba mucho de vida. ¿O sí?
Cualquiera que acuda al Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde hasta el 12 de mayo una exposición (Elmyr de Hory. Proyecto Fake) reúne 28 piezas suyas 'a la manera de' Modigliani, Monet, Derain, Matisse o Picasso, y seis retratos 'a la manera de Hory', es decir, con su propio estilo, sabrá de su arte para falsificar y, sí, también para pintar. Y cualquiera que curiosee en la documentación que esta muestra también aporta, que revise la película F for Fake (Fraude, 1973), de Orson Welles, o lea la biografía ‘oficial’ de De Hory (de la que luego éste renegaría) sabrá que la sombra de la duda cubrió todo en su fascinante historia. Ni sus orígenes y buena parte de su vida, ni la envergadura de su producción, ni dónde o cuándo pintaba; nada está claro. Ni siquiera ahora, más