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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Viejo, por Salvador Sostres



Me voy poniendo viejo y las fuerzas ya no me acompañan hoy como ayer. Sobrevivir a una resaca es cada vez más duro, y si antes resurgía durante el almuerzo ahora ya me cuesta un par de días volver a estar en plenitud de facultades. Plenitud es un forma de hablar, claro. Con el tiempo he aprendido a querer más y mejor a mis amigos, las conversaciones son cada día más intensas y agradables, hemos afinado el instrumento de la amistad de un modo admirable, la ternura y la complicidad fluyen sin tener que convocarlas y las noches en que nada es urgente y puede uno quedarse en el bar hasta las 4 de la mañana son uno de los más bellos regalos. Tirsa. Gintónic british style. Manel Tirvió, mi barman.
Pero luego llega la mañana con un dolor atroz. Dolor de todo, el cuerpo en error total, ningún ibuprofeno puede ya curarme ni anularme las ganas de vomitar. Soldado de la batalla perdida de la vida, han matado a mi caballo. Cada vez con menos gintónics acabo despertándome en un estado completamente deplorable, y como la conversación fue eufórica y la noche fantástica no supe darme cuenta de cuándo pasé de la sobriedad a la siembra del desastre.
Yo nací, perdonadme, en 1975, y aunque algunos dirán que eso no es nada, he notado de un modo alarmante como ya mi cuerpo no aguanta el ritmo de mi alma. La exigencia física que supone tener una hija de un año es considerable, y cuando por la noche no he descansado y tengo que

viernes, 23 de diciembre de 2011

Un fenicio goza de la Guadalupe telúrica

Guadalupe ciudad, como extensión del monasterio, acoge al peregrino con un manto protector invisible que te hacen sentir en paz con la naturaleza magnífica y con el gentío que te rodea


Un fenicio goza de la Guadalupe natural, histórica, cultural y se acoge al manto de la Virgen, gran matrona de la Hispanidad y que tantos beneficios ha distribuido generosamente por toda América.

Entro en la iglesia catedral, mientras están diciendo misa. Es domingo. Me adhiero al rito con recogimiento mientras mis pies incansables no cesan de guiarme por las galerías, me enfrentan a nuevas capillas.
Estamos contemplando una joya del arte y de la religiosidad más intensas de todo el planeta y sólo dispongo de unas horas. La Virgen no solo me perdona mi pulsión peripatética, uno diría que me incita a moverme para que goce, quizás, de lo que tantos predecesores fueron creando con su fe y su laboriosidad.

-- Ven y cuéntalo Mariano, que viene de María.

Dejaré que las cosas fluyan, que ocurran. Esto pienso mientras guardo cola para ver el Museo, las

jueves, 1 de septiembre de 2011

Higos chumbos y dieta Dukan, verano 2011

Recupero el placer de los cantos rodados, las aguas claras y una ración de higos chumbos fresquitos degustados al amanecer, a la salida del sol.
El salitre del Mediterráneo ha de obrar el milagro en mi piel y en mi alma.


El  8 de febrero comencé el régimen de Dukan, que da cierta preeminencia a las proteínas. Tiene enormes ventajas: a finales de julio ya había pasado de 104 kilos a unos 77.
Pero muy pocos saben que esta dieta tiene algunos efectos colaterales: pérdida de la libido, posibles efectos sobre la pared estomacal y un aumento de la inflamación en el caso de los artríticos.
Yo sabía esto y en agosto me tomé un mes de paréntesis, haciendo deporte y comiendo sano, pero más variado (es decir, aumentando los hidratos).



La inflamación ha remitido. Ahora hay que redirigir la tercera fase de la dieta (estabilización y consolidación).
A ello voy en este mes de septiembre, y me será fácil recordando la orgía de los sabrosos higos chumbos, del buen vino tinto y algunas piezas de otras frutas.
Si no recupero la disciplina volveré al centenar y no me apetece. Y además duele.


viernes, 17 de septiembre de 2010

Un fenicio en Galicia (3)



Santiago y cierra España

Excursión a Santiago de Compostela. Ya esperamos que estará atiborrado de penitentes, turistas y excursionistas por lo del año Jacobeo, pero mi fenicia quiere ver Santiago. Y a mí también me encanta pasar una mañana caminando por el casco viejo y por la catedral.
Atiborrado, colas interminables, emociones a flor de piel en los peregrinos que van llegando y rompen en sollozos. La ruta de Santiago -o rutas, porque hay varias- tienen un profundo significado de superación personal, cumplimiento de promesas y procesos de reconstrucción de la  personalidad.
Nosotros llegamos en estos comodísimos trenes, que ya quisiera yo para Extremadura o Valencia.
La fenicia queda admirada por el Hostal  de los Reyes Católicos y otras maravillas.
Almorzamos.
Unas compras y regreso a nuestra adorada La Coruña.
Pesan los pies.




Es muy posible que nos animemos definitivamente a caminar todo el monte de San Pedro al día siguiente.
No hay tregua.
No me extrañaría que hubiéramos caminado 14 km, bordeando el mar y disfrutando de estas rocas características que rompen las olas apaisadas y enormes que llegan desde lo más profundo del Atlántico. MI fenicia no se queja, asombrada por la belleza, la limpieza, la señalización, la paz y la buena temperatura: disfruta profundamente de la experiencia y ello me admira a mí.

Claro que de vuelta vamos a recuperar o sea restaurar energías en una de las mejores pizzerias que he descubierto en los últimos tiempos.



Lugo o la ciudad del oro




En todas mis anteriores visitas a Galicia no había ido a Lugo ni a Orense, dos ciudades estrechamente vinculadas al oro, porque Galicia ha exportado toneladas de oro desde tiempos de los romanos, y todavía queda. Pero el oro de hoy es el turismo, que cuidan con mimo, porque es un turismo excelente formado básicamente por españoles.
A pesar de los magníficos trenes vamos a Lugo en autobús. También hay unas excelentes autovías.
Los romanos extendieron su imperio en tres continentes. Pues bien, el monumento defensivo mejor conservado de todo su grandioso imperio está en Lugo, las murallas romanas que en el año 2000 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad.


 La fenicia está impaciente por recorrerlas paso a paso.  No se quiere perder nada y prefiere vivir las cosas desde dentro. Un sendero bien cuidado recorre los 2266 metros de perímetro. Nosotros no las corremos como algunos autóctonos (me los imagino corriendo con el trayecto nevado, algo frecuente en Lugo, con un clima continental). Andando ya está bien.
Renunciamos al moderno Lugo.



 Las ciudades modernas de toda España son bastante parecidas, salvo algunos detalles de buen gusto. Ya tengo la norma de ceñirme a las ciudades históricas y renuncio a los barrios y arrabales modernos. Parecen fabricados en serie.


El puente romano sobre el río Miño a su paso por Lugo. La fotografía es de Manuel Gómez González.


Pero es que el Lugo histórico es impresionante. Una ciudad para pasar el verano, atravesada por el río Miño, con el número justo de turistas. Una ciudad fundada en el año 15 de nuestra era, así que va a cumplir dos mil años, bastante más joven que mi Ibosim. Pero no deja de sorprender el buen estado de las murallas, que ofrecen por cierto un centro de interpretación con datos que dejan pasmado.
Caminada por arriba o por encima, ahora toca bajar a ras de suelo y admirar su sólida estructura conseguida con esta piedra tan abundante en Galicia.

Una buena ración de iglesias, rincones y aperitivos en la plaza. Tenemos reservado en O Verruga para degustar la famosa ternera de Galicia. Para probar pedimos un solomillo y un entrecot, con un tinto gallego (siempre bebo vino tinto del lugar). Un pleno acierto.



Descansamos la comida y regresamos a La Coruña.
Nos dará tiempo de comprar las entradas para ver 'Bollywood' en el palacio de Congresos. No es gran cosa, pero al final nos zamparemos una tapa de pulpo para los dos, con este fresco vino turbio de Ribeiro (el único blanco que de forma excepcional entre en mi menú).

Nos queda todavía un recorrido excitante: Orense, Palencia, Ávila y... a casita. Quizás otro día lo cuente.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Un fenicio en Galicia (2)

Recién llegado a La Coruña, otra ciudad de  la luz, me reencuentro con mi viejo amigo Filemón. La ciudad acoge un reputado salón del cómic.


Ya sólo me queda llegar a Galicia por mar y no descarto hacerlo algún día desde Lisboa o desde otro sitio. La llegada por mar a Vigo o a La Coruña ha de ser maravillosa.
La Coruña es como mi casa. Sin despreciar nada de Galicia, pues todo todo tiene su mérito, encuentro Vigo muy ruidosa, muy sucia, incluso algo más cara. Santiago es como una maqueta medieval llena de iglesias y una gente acostumbrada al trato con extraños que llegan extenuados, pero Santiago es demasiado turística, más cara y con un aliciente añadido, el de ser ciudad universitaria.

En La Coruña me encuentro más a gusto: ciudad luminosa, abierta, amplísima, muy limpia  -a alguien que venga de la guarrería de Ibiza o de Valencia, La Coruña le impresiona.
A esta ciudad magnífica le tengo la medida tomada para recorrerla andando. Hablo de 10 a 14 km diariamente. Pero son tan amenos y cuidados los trayectos que a duras penas vas notando que te has comido cinco km.



 Un alto en la caminata a la altura de la playa de Orzán, agosto 2010. Observarán que mi compañera fenicia nunca sale en ninguna foto, es debido a que las pocas  señoras que se acercan a mí temen por su reputación y yo las comprendo. Prefieren ir de incógnito, como en los viejos tiempos. 
No es mala filosofía, en todo caso ellas deben pensar que es mucho mejor exhibir un trofeo que una reliquia.





Mi acompañante fenicia aguanta el tirón mejor que yo, aunque bien es cierto que pesa la mitad. Pero tiene su mérito, soporta las caminatas, los cambios de ritmo y sólo al final del día deja salir alguna leve queja, pero mientras caminemos estos recorridos, nos regalamos con una cena moderada.

Conozco ya los sitios más secretos para comer bien y que no te alanceen a la hora de pedir la cuenta. No caemos en los tópicos -bandejas de marisco, ostras con champán, percebes - porque ni nos apetece -de hecho yo como marisco muy aceptable en cualquier parte de España, incluso en mi casa- ni deseamos comernos el mundo en dos días. Estas cosas están bien cuando se viaja en grupos de cuatro, seis o más.

Pero la descripción de algunos platos llenarían de asombro a muchos cocineros de Baleares.
Hay que conocer los sitios, claro, aunque en general se come muy bien por 20 euros cada uno.



Hay que decir que me hospedo en o muy cerca de la calle Joaquín Planells Riera, al lado de la estación de tren. En Galicia hay que usar mucho el tren, son nuevos, confortabilísimos y bien de precio. Todo eso cambiará a peor en unos años, si no me equivoco.
Sin duda este Joaquín es otro fenicio que labró su fortuna (¿militar quizás?) en ultramar, como este inmodesto fenicio que les habla. Por cierto, otro fenicio, Enrique Ramón Fajarnés nació en Santiago de Compostela y a veces me lo cuenta no sin cierto y legítimo orgullo, a unos pocos pasos de la tumba del apóstol Santiago.



Nada más llegar nos paseamos toda la avenida o paseo marítimo, el de las famosas cristaleras (La Coruña es tierra de vientos, eso es uno de sus pocos defectos).
Bordeamos todo el paseo y comenzaremos a dar la vuelta al famoso perimetral coruñés, una delicia para el caminante que a mitad de camina ofrece un regalo luminoso: un faro, el faro de Hércules, o la Torre de Hércules.



La visión aérea nos da una idea de la belleza y de las dimensiones del paseo perimetral que va bordeando las costas de la ciudad, de las playas de Riazor y Orzán y... sigue. Esto es un paseo. Kilómetros sin un sólo coche que moleste.



Reproduzco unas líneas de la Wikipedia:
La Torre de Hércules es una torre y faro situado en la península de la ciudad de La Coruña, en Galicia (España). Su altura total es de 68 m y data del siglo I. Tiene el privilegio de ser el único faro romano y el más antiguo en funcionamiento del mundo. Es el segundo faro en altura de España, por detrás del Faro de Chipiona. El 27 de junio de 2009 fue declarado Patrimonio de la Humanidad[1] por la UNESCO.

Pero la ciudad de La Coruña no se reduce a esto: hemos caminado sólo la mitad o menos del trayecto peatonizado. La gran avenida de Pedro Barrié de la Maza, un prócer gallego, ocupa la interminable fachada a las playas de Orzán y de Riazor. Justo en el extremo está el estadio del Deportivo, a un paso de las aguas atlánticas.


En la imagen de Sergio Díaz puede observarse el majestuoso porte de la playa de Riazor a la derecha de la imagen, al fondo se ve el estadio. El malecón del centro de la playa separa Riazor de la otra playa Orzán.


En esta foto de Paulino Castiñeira Trillo pude verse el impresionante alcance de la caminata. (Pincha para aumentar). Al fondo se ve la Torre de Hércules. Puede hacerse todo esto en vehículo, pero no tiene ninguna gracia. En La Coruña todo el mundo camina, hasta señoras muy elegantes, foráneos, nativos: La Coruña es una ciudad humana. Esta foto está tomada desde el Monte de San Pedro.

El cuerpo ya ha recibido su merecido, un poco macerado pero con la ilusión en el cuerpo. Hay que desandar todo lo caminado. Nos espera una jarra de vino joven de Ribeiro, el turbio y sano vino gallego con unas bandejas de pulpo. Hace diez años probé muchas pulperías, pero quiero que mi fenicia conozca la que consideré mejor. Al ataque.



Uno de los secretos está en el pimentón que ha de ser joven. El resto del manual lo conoce cualquier gallego, pero es difícil acertar, ajustar, matizar. El pulpo es un plato delicioso.


Puedes leer aquí la primera parte de Un ibicenco en Galicia.
Clica en las fotos para verlas mejor.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Un fenicio en Galicia



El regreso a Galicia

El fenicio pasó un verano completo en tierras celtas justamente en el año dos mil, un año en que, lo he explicado dos mil veces, todas las mujeres gallegas comenzaron a embarazarse a partir del día uno de enero, dando por resultado una mágica floración de úteros grávidos que deambulaban por La Coruña y por toda Galicia.
En julio habían pasado  siete meses: los vientres abultaban y los rigores del penitente, aliviados por un brebaje compuesto por ron negro y una sustancia conocida por cola, me llevaron a pensar que estaba bajo los efectos de una alucinación.
Cuando comprendí la querencia gallega por las cosas de la magia y por las brumas irracionales que lo impregnan todo me quedó todo claro: las gallegas querían tener un Manolo nacido en el año 2000.

Nada que objetar, me dije y me digo, sólo que hasta que no lo entendí, pasé días intrigado y rezando mientras bebía, pues ya es sabido que no se puede beber mientras se reza, pero sí a la inversa.

Han pasado diez años de aquello.
Abrumado por una oleada de calor que ha durado unos 40 días recupero el viejo proyecto de regresar a Galicia. Dicen de las tierras rocosas galaicas que son muy radiactivas y que eso llama al regreso. No lo sé.
Sólo sé que mi primera peregrinación fue gratificante, dulce y en solitario: tenía que escapar de las redes estériles de Ibiza, un antro telúrico de potentes radiaciones. Pero los fenicios sabemos que ningún humano activo mentalmente -o comercialmente - puede soportar estos sitios en exceso, de ahí que seamos tan viajeros.
Los fenicios no tenemos más remedio que ganar dinero para sufragar nuestros viajes y ello nos ha formado un carácter abierto, ávido de novedades, lo queremos saber todo y más, y en cualquier caso, si no tienes porque has de aprender y si tienes porque has de conservar, siempre te hará falta un cierto nivel de riquezas.
Esto nos ha creado una reputación dudosa, pero también es la envidia. Nos tienen envidia, temen nuestra resolución y es por eso que todos los pueblos vecinos nos han destruido Tiro, porque de la envidia al odio sólo hay un paso. No somos agresivos ni somos tacaños, somos curiosos, repartimos saber y nos gusta vivir bien. Esto no siempre se agradece.



Un vago en Vigo

Galicia me recompuso, me recogí ante el apóstol Santiago, bebí Estrella de Galicia y cuantos acontecimientos se acercaron a mis días me confirmaron mi antigua idea: hay que seguir, camina o revienta, no mires atrás ni para coger impulso. Tu sigue.

Llegué a Vigo y a Vigo vuelvo.
Siguen con el traqueteo interminable de las obras. El puerto y una gran parte de la ría es una auténtica cloaca (ver Galicia y el fin de los tiempos). Vigo es un puerto de gran potencia industrial y pesquera, la ciudad es vitalista, pero no saben definirse una vida gallega, apaisada y civlizada. es uan de las ciudades más ruidosas de España y una de las más salvajes, a pesar de la buena gente que la puebla pero que no sobresale.

Me hubiera encantado besar las arenas de la islas Cíes, tan cristalinas y sutiles a pesar de la dureza de los embates atlánticos... o bañarme en Samil, pero cuando veo en el puerto tanta suciedad, ruidos, polvo de las obras, gente descolgada o colgada, me entran las prisas por llegar a mi añorada La Coruña.

Pero me acompaña esta vez mi particular Dido y ella quiere pasar por la piedra, pedir una docena de ostras y cenar en el Mirador con la vista al puerto. Pues eso. Será un placer.

Por la mañana, antes de salir en tren, la aviso:

-- Tenemos que subir al Castro, cruzaremos el Casco Viejo,  iremos al Consello y abajaremos caminando. Una buena excursión porque es cuesta arriba. Pero el paisaje bien lo paga.

(Aquí puedes leer algo sobre los castros)


 El fenicio exhibe con cierto orgullo  sus cien kilos, subidos minuciosamente a pie hasta lo más alto del Castro de Vigo, ante la estela celta. Nada más bajar recibirá un premio modesto: seis ostras frescas. No se puede perder ni un kilo, al menos por un descuido. La foto es obra de Dido, una mujer fenicia de gran curiosidad viajera.



Trenes y maíz

En diez años han mejorado mucho los trenes y las vías. Da gusto ir en tren en unas vías que van bordeando las rías donde precisamente el río de agua dulce se va uniendo con el mar. El maiz llega hasta las mismas aguas. El sol castiga fuerte en el exterior, pero el vagón está climatizado, Dido se cae de sueño, se recuesta en mi hombro porque no quiere perder nada, pasamos por delante del puente de Rande, uno casi diría que divisa las anguilas en la cabeza del río...
Un buen almuerzo nos ha despedido de Vigo. No perdonamos ninguna comida: estamos de vacaciones y las caminatas interminables han de tener alguna compensación.


Pasamos por Pontevedra, pero en esta ocasión no me interesa parar. Diviso La Peregrina (*) y vamos viendo las rías bajas, todas tan rojas, exuberantes y llenas de vida, pero tan contaminadas.

De Pontevedra a Santiago hay una decena de pueblos o de ciudades que merecerían una visita religiosa-gastronómica, pero esto se hará en otra ocasión con un automóvil. No se puede tener todo, al menos no todo a la vez.

Tampoco nos apeamos en Santiago. Queremos llegar a La Coruña donde nos espera una buena cena
y una buena cama. Estamos exhaustos, pero nos reharemos.

(*) O como dice una web de viajes:

"La Peregrina, una capilla barroca en forma de concha de vieira con fachada convexa que alberga la imagen de la Virgen de la Peregrina, patrona de la ciudad"



Los zarpazos del cansancio




"Hay  que superar los primeros zarpazos del cansancio" me digo ya sentado sobre el césped al pie de las murallas romanas de Lugo. No se pueden hacer más cosas en menos días. Dido resiste como una brava fenicia, nunca se queja, come bien, bebe con moderación y es atenta sin ser empalagosa. Es decir, facilita las cosas al penitente, que arrastra sus cien kilos por toda Galicia sin usar patinetes. No cogimos ni un sólo taxi en 15 días. Y ni una sola ampolla en los pies... el penitente lleva casi toda España pateada, ha conocido muchos dioses y todos auténticos, observa y deambula como un pretor romano castigado en la Lusitania.Pero en el fondo sonríe, porque nos espera un fabuloso yantar en O verruga, con una deliciosa ternera gallega, que es algo serio. Y vino tinto gallego, que ya empieza a ser bueno de verdad.

sábado, 16 de enero de 2010

Salió un libro de arte, pero el de la foto no soy yo



Acuse de recibo al blog neonato [Ya no existe, o sea que...] que está teniendo un éxito abrumador.  Me lo temía.  Las mujeres naturales piden un lugar bajo el sol.
Lleva más de dos mil visitas diarias en apenas una semana, según me confiesan y yo me creo.

Bueno, y se hace eco de la aparición de mi librito Los Límites del Paraíso.
Gracias. Por ambas menciones. Y ya que estamos: si hay algún interesado puede pedírmelo por mail y lo envío contra reembolso.
Y además saca una fotografía donde estoy evaluando unos cangrejos que parecen de gran calidad. En el Mar Negro.
La verdad, si lo tengo que decir yo,  éste no soy yo. No lo soy, pero el parecido es abrumador. Una cosa es cierta:  lo que más me gusta de Lisboa es el cangrejo y  el vino verde. Y el fado si ya llevo dos botellas de vino.
Muchas gracias, peludas. ¡A por las cangrejas!


Esta entrada es de Mariano Digital (Archivo), 16 de agosto del 2007. Una curiosidad: como me paso la vida bromeando e inventado chascarrillos puse esta foto del tipejo con las dos crancas peludas. Se parece a mí, pero no soy yo. ¿Quién diablos debe ser? Nunca lo he sabido, pero desde luego no soy yo.
Y así pasamos los días, buscando cangrejas...  peludas o depiladas.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Cerveza y vino, dos grandes amores de mi vida


Muchos miles de años de evolución y una apetencia mundial han dado lugar a toda una cultura de la cerveza, ostensible en la vida cotidiana en sitios como Irlanda, Chequia, España, etc. O en el mundo de la publicidad y de  la literatura.

Los cócteles quedan muy bien para frustrados intentos de novelistas mediocres (o malísimos) que quieren reflejar una época: una época en la que los destilados eran tan apestosos que los barmen (hombre de la barra, o sea los camareros) se veían obligados a combinarlos para disfrazar sus gustarrazos.

Pero donde haya un buen vino y una buena cerveza, adiós a cualquier otra cosa.
Son los más antiguos que se conocen. Fermentados, que no destilados.

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Leo en un blog una divertida entrada: Si la cerveza estropea tus publicaciones, pásate al vino.
Parece ser que un científico que le pegue mucho a la cerveza tendrá problemas con su actividad, o sea con su creatividad. En cambio, el vino es mucho más revitalizante.
Los que bebemos cerveza sabemos que el sabroso fermentado no ayuda precisamente a tener una buena y larga erección. La cerveza es mala para el amor. Ni puja ni empina, dejando esta labor simplemente para el codo.
Todo es cuestión de elegir ¿prefieres una buena cerveza o una mala mujer? (o aquí que cada cual pongo lo que quiera, cabra, hombre, gorila, osito de peluche).
También es cierto que los bebedores de cerveza no suelen tener límite, de ahí estas abundosos barrigas, la panza cervecera, que Dios nos mantenga en tiempos de crisis.

Yo puedo beber cada vez menos, por disciplina médica, pero el problema lo he resuelto de la siguiente manera: en verano tomo cerveza y en invierno le doy al vino. Ccreo que estoy en la media mundial. Aunque en la bebida también hay mucha incultura y aun peor, muchos prejuicios.

Quizás te guste darte una vuelta por las MD, mi blog excesivo
Y si quieres saber la importancia histórica de la cerveza, lee este artículo de George Will.