miércoles, 27 de noviembre de 2013

Un columnista escribe una carta

Alvite
Conocí a José Luís Alvite en el año 2000 en su Galicia entrañable, útero cósmico que le cobijaba. Precisamente le conocí a través de Carlos Herrera. En aquellos días dudaba sobre la idoneidad de escribir en La Razón y con los años nos ha dado una impresionante colección de artículos brillantes que dan la medida de su apertura y profundidad mentales, de su bonhomía y querencia por la vida.El tabaco interminable, los gin-tonics de ritual vespertino en Santiago de Compostela y su pausada conversación a la sombra de su idolatrado Frank Sinatra son anécdotas en este torrente de vitalidad hasta altas horas de la noche y me acompañan ahora en estos momentos críticos.Descubro esta mañana el artículo de Alvite, vía Santiago González. Poco que añadir. Con el amigo, con  los pocos amigos que quedan en pie, hasta el último minuto de aliento.
mancheta Alvite

Carta a Carlos Herrera

Querido Carlos Herrera: Por primera vez no puedo culpar de mi ausencia a la desidia, ni alegar que una monada ciega de Denver me salió al paso y sin motivo alguno se encaprichó conmigo. Tampoco me servirá de excusa la vieja historia de cuando era un niño muy delgado y el viento al azotar me levantaba del suelo y me cambiaba de acera, de raza y de familia.
Esta vez es el cáncer, amigo Herrera, esa cosa que yo pensaba que en mi caso sólo podría ser una mancha que, puesto en lo peor, haría una metástasis como de tebeo en la tapicería del coche. Cáncer de colon y cáncer de pulmón. Dos golpes en un solo mazazo. Fue algo desproporcionado, como encontrar un centollo en el interior de una almeja, pero, ¡qué demonios!, tantos años entre el humo del Savoy me enseñaron que la penumbra te salva del disgusto de que con la luz descubras que en la cola del piano no estaba sentada la mujer con la que contabas, sino el tipo impasible que viene a precintar las manos del pianista.
Es una de esas veces en mi vida que la peor noticia no me la da Hacienda. ¡Qué quieres que te diga!, el caso es que lo he encajado sin pestañear, no porque sea un valiente, sino, sencillamente, porque siempre supe que el mío en la vida sería un viaje en el que inesperadamente al tren se le acabarían por detrás el humo, y por delante, las vías. No sé, Carlos, amigo mío, …estas cosas ocurren y seguro que tienen algún sentido. Dice mi oncólogo que «la situación es muy comprometida» y eso significa que mi buena suerte puede haber cambiado a peor y que la vida ya no me dará la siguiente patada en el culo apócrifo de otro hombre. No importa. Ojalá pueda volver a tu lado. Y si no vuelvo, por favor, piensa que fue sólo porque me empeñé en el estúpido sueño de llegar por ferrocarril a una ciudad sin tren.
Hoy, 27 de noviembre, en La Razón.

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Presentación de Alvite, por Santiago González

viernes, 22 de noviembre de 2013

En el apasionante blog 'Ibiza Times Old Days' de Lord Sydney



Ibiza Times Old Days es un ameno y documentado blog que recupera facetas e imágenes de la Ibiza de los años 60 (y a menudo de finales de los 50), que combina con otras fotos relacionadas, dibujos y ficciones que componen un mosaico abigarrado.

En una de estas entradas memorables recopila 82 fotos donde sobresalen algunos personajes de la Ibiza de la época, incluso de los años 70 y otros añadidos que resaltan la variedad imaginativa de la isla.

Agradezco que me incluya con tres fotos en esta serie tan excitante.


El blogger Lord Sydney from Ibiza
Quien abra el blog por el Inicio no sabrá salir hasta haber recorrido muchas de estas entradas curiosas, con el eje central de la propia vida del Lord Sydney, que pasó su infancia en aquella Ibiza abigarrada y repleta de gente talentosa y desocupada.

Lleva Ibiza impresa en su pasado y en su presente y denota un intenso sentimiento por aquellos años tan peculiares donde Ibiza apenas había despegado en el turismo de masas que ha acabado con la isla. Hoy Ibiza ya es otra cosa.

Muchas de estas caras inolvidables de nuestras calles y terrazas de nuestras cafeterías son todo un compendio de historia local. Un compendio de historias reales, ficciones, epopeyas fantásticas e inventos que han dado la vuelta al mundo.
Además, personalmente reconozco a no pocos de los elefantes que incluí en mi serie de entrevistas, "Ibiza, la senda de los elefantes", tomo I y tomo II.

Agradezco a Lord Sydney que con su excelente trabajo, lleno de amorosa minuciosidad, nos ayude a preservar la memoria de estas presencias singulares del siglo XX en las Pitiusas.

¡Salud y larga vida al amigo Sydney!

(Fotos procedentes de su blog)

jueves, 14 de noviembre de 2013

De paseo con Josep Pla: 'Viaje a pie'



En el libro se tropieza el lector con un humor socarrón, una ironía que revela a Pla como un observador de vuelta de todo, aunque él se empeñe en estar de ida. Y muchas anécdotas, como una impagable conversación con una vieja a cuenta de unas gallinas muertas, u otra con un payés –los habitantes rurales del Ampurdán– sobre la educación de sus hijos. Por eso, se lee con una enorme sonrisa cómo un funcionario le dijo una vez: «¡Qué buen escritor sería usted si tuviera un coche de esos!», y la reflexión inmediata de Pla: «Cada día aumenta el número de idealistas. Cada día es mayor el número de personas que sueñan con tener lo inasequible. Las personas que se contentan con lo que simplemente tienen, con la materia del pan nuestro de cada día, los materialistas, somos considerados unos infelices». Tenía ya claro que el estado ideal era viajar ligero de equipaje: «El dinero excesivo, como la pobreza excesiva, le ponen al hombre un yugo insoportable».«Cuando se llega a una determinada edad sin haber logrado tener intereses directos en la comedia humana, contribuye a aligerar el peso de la vida el hecho de badulaquear por el mundo, por un pequeño rincón del mundo, y distraerse con las cosas más nimias». Palabra de Josep Pla. La determinada edad era medio siglo de vida largo. Corría 1949 y el mayor escritor de las letras catalanas demostraba que también en castellano era un tipo especial. En «Viaje a pie» recogió una visión de su «país», que no era España ni Cataluña, sino el Ampurdán, porque a él, superadas las ideologías, comenzaban ya a importarle sobre todo las cosas pequeñas de la vida, que a la larga son las grandes. Como sus reflexiones sobre los pueblos catalanes que recorre en estas páginas –«ahora son como cajas cerradas»– o sobre el estado material del hombre: «La riqueza fascina. Es quizás, en los tiempos que vivimos, la única cosa que fascina

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Salvador Pániker: «Una frontera con Cataluña sería artificial»

«Diario de otoño»: «La memoria de lo que me está pasando y de lo que no me esta pasando, una divagación permanente que nunca permito que se deslice hacia la ficción», afirma el escritor y editor catalán

SERGI DORIA / BARCELONA
YOLANDA CARDO Salvador Pániker, fotografiado en 2008
YOLANDA CARDO
Salvador Pániker, fotografiado en 2008
Desde la casa de Salvador Pániker(Barcelona, 1927) se divisa el monasterio de Pedralbes. Ahora que el otoño parece, por fin, reinar en la vegetación colindante nada más pertinente que su última entrega dietarística, después de «Cuaderno amarillo» y «Variaciones 95», se titule «Diario de otoño» (Mondadori). Datado entre 1996 y 1999, el escritor, editor y filósofo lo presenta como «la memoria de lo que me está pasando y de lo que no me esta pasando, una divagación permanente que nunca permito que se deslice hacia la ficción».
Asiduo del Tao y los «Upanishads», el dietarista se autodefine como«agnóstico místico». Escribir un diario supone afrontar, tanto los problemas sustanciales como anudar «cabos sueltos». Enfrentarse a la agonía y muerte de su hija Mónica, a la que dedica el libro, atender a las raíces india y española. Tender a la destilación como sus admirados Azorín y

jueves, 7 de noviembre de 2013

Albert Camus: Años de intemperie, incomprensión y rechazo; por Manuel Jabois

Albert Camus y María Casares
Hay un momento nuclear en 'El extranjero' que ocurre cuando Mersault, el protagonista, entra en la sala que le juzga por asesinato. Allí se encuentra con un periodista que primero saluda al policía que le custodia y luego se dirige a él para reconocerle que "hemos exagerado un poco su asunto"a causa del verano, secarral de actualidad. Luego señala a un enviado especial procedente de París, ni más ni menos, y le confiesa que no ha venido por él, pero como estaba allí para informar de otra noticia, le pidieron que transmitiese también su caso. "Estuve a punto de darle las gracias", dice Mersault. No hay voluntad de humor; no hay voluntad de nada. El libro es un testimonio natural, y en tanto que natural, revolucionario, pues, de repente, bajo la acción indiferente de Mersault, asoman a ratos corrientes alternas para adoptar según avanza la historia un camino propio, un lugar al que hay que intentar llegar pese a que se sepa imposible (Camus escribió la obra al mismo tiempo que 'El mito de Sísifo': "No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible"). Lo 'camusiano', que según Bernard-Henri Levy era un kantismo práctico. "Desconfianza, gratitud y

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Antonio Escohotado: «La utopía, además de una memez, es una inmoralidad»

Antonio Escohotado en su casa de La Navata, a las afueras de Madrid

El autor de la famosa «Historia de las drogas» publica el segundo volumen de su ensayo «Los enemigos del comercio»

Antonio Escohotado lleva con una mezcla de irónica dignidad que siempre se le reconozca por su influyente «Historia de las drogas». Pero este ensayista polémico no ha dejado nunca de buscar el lado más provocativo de la vida. Lleva 14 años enfrascado en una ambiciosa trilogía dedicada a estudiar el lado oscuro del comunismo. Acaba de publicar en España el segundo volumen de «Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad». Nos recibe en su casa de La Navata una suave tarde de octubre, con un leve horizonte de perros y Lucas, uno de sus tres gatos. Se les ve saludables a ambos: «Está por ver quién va a leer más, porque tenemos la misma edad. Él tiene 14 tacos y yo 72». Nunca deja indiferente. Va por libre. Adalid del liberalismo, se despacha con perlas como «Las ganas de matar son mayores en Marx que que