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miércoles, 2 de enero de 2013

Manifiesto de un traidor a la patria, por Albert Boadella



Confieso que mientras no los conocí, yo fui unos de ellos. Aboné su terreno con mi propia ignorancia. Llegué a creer fanáticamente en la versión victimista de la historia que habían elaborado otros ignorantes como yo, aunque ellos con mayores atenuantes, ya que trabajaban con intereses a plazo fijo.

En ciertos momentos, estuve también deseoso de pasar cuentas con el enemigo natural de Cataluña. Incluso aproveché alguna oportunidad para ello. Un día, puse sobre el escenario un puñado de miembros de la Benemérita metamorfoseados en gallinas y descansando en las barras de su morada avícola.

Obviamente, la juerga invadió la sala. Así, exhibiéndolos para mofa y befa del respetable me sentía compensado de tantos supuestos agravios ¿A ver quien nos devolvía la vida del president fusilado?


¿Y la tortura y la cárcel de Pujol? ¿Y la persecución de nuestra lengua? ¿Y el maldito

martes, 1 de febrero de 2011

Los numerosos artesanos de Ibiza, MDB, 1973



En noviembre de 1973 yo llevé a la Tribu a Palma de Mallorca.
Tengo mucho que contar de aquella agrupación improvisada que se formó para presentar "Situaciones" una especie de obra de teatro musical que tuvo mucho éxito en Palma. Tanto que ya les tenía apalabrada una sala de Madrid.
Yo fui quien habló con el  viejo Ferragut para que nos dejara la sala Mozart a porcentaje, aunque yo no llevé jamás ninguna cuenta ni asuntos de intendencia ni, por supuesto jamás cobré una peseta.
Por el amor al arte.
Yo mismo llevé la promoción y armé tal escandalera en todo Mallorca que la sala se fue llenando a rebosar.
Los actores, al menos no todos, ignoraban que esta fuerte promoción era manejada por mi mano.
Al final, aquel asunto acabó en un fiasco total.
La mitad de los actores quedaron sin cobrar, porque David Bialle, todo el día en las nubes del dios Cannabis Sativa, que fumaba sin cesar en una pipa de piedra del tamaño de un patata pequeña, ni siquiera dividió el total a repartir por el número de actores. Intenté desesperadamente que los que habían cobrado reembolsaran al momento, para poder hacer un reparto (para ellos, repito, yo no cobraba nada), pero los que habían cobrado se negaron. Un francés agorilado casi me pegó, agarro lo cobrado y se fue con malas pulgas.
Un drama, lloros, gritos, cabreos... un mundo feliz lleno de hippies codiciosos y egoístas.
Fue mi primer bautismo de fuego sobre la paz, el amor, la bondad y la solidaridad entre los hippies.
Me ayudó mucho. A espabilar. En la vida no todo es lo que parece.
No quiero seguir contando la historia, que ha de ir al completo en mis memorias. Pero vive Dios que he de contarlo.



El caso es que un periodista inglés, muy conocido en Mallorca, aprovechó que me vio la pinta un poco llamativa (y ya me conocía por mis artículos en el Diario de Mallorca)  cuando fui a entregar la información sobre La Tribu ¡para entrevistarme a mí!
Se ve que no tendría nada mejor aquel día.
Pero la foto, 21 años,  es un documento singular. No tengo la original. Aquí la pongo para disfrute o regodeo del personal.
Entrevista en el Mallorca Daily Mulletin, November 18-19, 1973

sábado, 19 de diciembre de 2009

La felicidad en la madurez, según Albert Boadella

Albert Boadella se autodenomina bufón, que es alguien remunerado por hacer gracietas. Yo creo que es más profundo todavía: un humorista. El humor sobrepasa alquímicamente a la filosofía y la poesía, porque saca oro del plomo: expresa sintéticamente ideas esenciales desprovistas de la hojarasca de muchas pseudofilosofías.
Boadella a mí me hace mucha gracia y me da igual que en muchos casos esté impregnado -ya de por vida- del descaro vital de Salvador Dalí y de la suspicacia astuta de Josep Pla. Ambos catalanes universales también me sedujeron a mí.
No sabría disentir de la lista hecha por Albert.
A una cierta edad (y de ésa hablamos) es más fácil hacer buenos enemigos que buenos amigos. Deportes no, actividad siempre, caminar, caminar...¿Castidad? Coño, qué remedio, pero no abstenerse demasiado.Tener suficiente para vivir es algo elemental. ¿Psicoanalizarse? Un creador, un artista, un escritor nunca debieran hacerlo, jamás: sus obras hablan por él.

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Lista de Boadella para ser feliz a cierta edad




Coleccionar enemigos
Nada peor que intentar estar a buenas con todo el mundo. El buen rollo es uno de los ingredientes básicos para generar la mediocridad y el tedio. Además, la disposición al consenso provoca un trabajo pesado, inútil y sobretodo frustrante. Tampoco tener enemigos resulta una tarea sencilla porque lo esencial es saberlos escoger, ahora bien, si acertamos, el divertimento está asegurado de por vida. 



No practicar deportes
A partir de una cierta edad el deporte es una endogamia peligrosa, mental y físicamente, además del correspondiente  ridículo. Hay que abandonar el deporte en la edad en que se debería dejar de leer novelas, o sea, cuando se alcanza una cierta madurez. Las energías del deporte nos harán mas felices dedicadas a promover los bienes públicos. Por ejemplo, arreglar los parterres de una plaza o limpiar de hojas del parque, lo cual puede significar miles de flexiones provechosas.


Tender a la castidad
Todo lo que represente contención es una acumulación de emotividad para ser disparada en el mejor momento. Se trata de conseguir que resulte excepcional aquello que en la mayoría acostumbra a ser cotidiano.


Ser ligeramente millonario
Los extremos son inquietantes, pero el de la precariedad puede tan letal como el exceso. Se trata de encontrar la colocación adecuada, de tal manera, que los dineros no nos aboquen a la avidez de la multiplicación y las inversiones, lo cual provoca inmediatamente insomnio. Lo contrario, significa acabar siendo carne de las actividades del Inserso, en las que sus integrantes participan mensualmente en las excursiones de muertos vivientes. 


No psicoanalizarse nunca
Nuestra tradición cristiana nos enseña que solo podemos ser profundamente felices si dejamos de pensar en nosotros y lo hacemos sobre los demás. Nada es tan aburrido como uno mismo. En caso de remordimientos u otros complejos, siempre tenemos el confesor que es mucho más barato y eficaz que el psiquiatra. Además, ahora no tendremos que hacer cola, ni siquiera penitencia.