viernes, 17 de septiembre de 2010

Un fenicio en Galicia (3)



Santiago y cierra España

Excursión a Santiago de Compostela. Ya esperamos que estará atiborrado de penitentes, turistas y excursionistas por lo del año Jacobeo, pero mi fenicia quiere ver Santiago. Y a mí también me encanta pasar una mañana caminando por el casco viejo y por la catedral.
Atiborrado, colas interminables, emociones a flor de piel en los peregrinos que van llegando y rompen en sollozos. La ruta de Santiago -o rutas, porque hay varias- tienen un profundo significado de superación personal, cumplimiento de promesas y procesos de reconstrucción de la  personalidad.
Nosotros llegamos en estos comodísimos trenes, que ya quisiera yo para Extremadura o Valencia.
La fenicia queda admirada por el Hostal  de los Reyes Católicos y otras maravillas.
Almorzamos.
Unas compras y regreso a nuestra adorada La Coruña.
Pesan los pies.




Es muy posible que nos animemos definitivamente a caminar todo el monte de San Pedro al día siguiente.
No hay tregua.
No me extrañaría que hubiéramos caminado 14 km, bordeando el mar y disfrutando de estas rocas características que rompen las olas apaisadas y enormes que llegan desde lo más profundo del Atlántico. MI fenicia no se queja, asombrada por la belleza, la limpieza, la señalización, la paz y la buena temperatura: disfruta profundamente de la experiencia y ello me admira a mí.

Claro que de vuelta vamos a recuperar o sea restaurar energías en una de las mejores pizzerias que he descubierto en los últimos tiempos.



Lugo o la ciudad del oro




En todas mis anteriores visitas a Galicia no había ido a Lugo ni a Orense, dos ciudades estrechamente vinculadas al oro, porque Galicia ha exportado toneladas de oro desde tiempos de los romanos, y todavía queda. Pero el oro de hoy es el turismo, que cuidan con mimo, porque es un turismo excelente formado básicamente por españoles.
A pesar de los magníficos trenes vamos a Lugo en autobús. También hay unas excelentes autovías.
Los romanos extendieron su imperio en tres continentes. Pues bien, el monumento defensivo mejor conservado de todo su grandioso imperio está en Lugo, las murallas romanas que en el año 2000 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad.


 La fenicia está impaciente por recorrerlas paso a paso.  No se quiere perder nada y prefiere vivir las cosas desde dentro. Un sendero bien cuidado recorre los 2266 metros de perímetro. Nosotros no las corremos como algunos autóctonos (me los imagino corriendo con el trayecto nevado, algo frecuente en Lugo, con un clima continental). Andando ya está bien.
Renunciamos al moderno Lugo.



 Las ciudades modernas de toda España son bastante parecidas, salvo algunos detalles de buen gusto. Ya tengo la norma de ceñirme a las ciudades históricas y renuncio a los barrios y arrabales modernos. Parecen fabricados en serie.


El puente romano sobre el río Miño a su paso por Lugo. La fotografía es de Manuel Gómez González.


Pero es que el Lugo histórico es impresionante. Una ciudad para pasar el verano, atravesada por el río Miño, con el número justo de turistas. Una ciudad fundada en el año 15 de nuestra era, así que va a cumplir dos mil años, bastante más joven que mi Ibosim. Pero no deja de sorprender el buen estado de las murallas, que ofrecen por cierto un centro de interpretación con datos que dejan pasmado.
Caminada por arriba o por encima, ahora toca bajar a ras de suelo y admirar su sólida estructura conseguida con esta piedra tan abundante en Galicia.

Una buena ración de iglesias, rincones y aperitivos en la plaza. Tenemos reservado en O Verruga para degustar la famosa ternera de Galicia. Para probar pedimos un solomillo y un entrecot, con un tinto gallego (siempre bebo vino tinto del lugar). Un pleno acierto.



Descansamos la comida y regresamos a La Coruña.
Nos dará tiempo de comprar las entradas para ver 'Bollywood' en el palacio de Congresos. No es gran cosa, pero al final nos zamparemos una tapa de pulpo para los dos, con este fresco vino turbio de Ribeiro (el único blanco que de forma excepcional entre en mi menú).

Nos queda todavía un recorrido excitante: Orense, Palencia, Ávila y... a casita. Quizás otro día lo cuente.