No suelo reproducir en este blog textos completos ajenos, si no es por una causa razonada. Nunca mejor que en este momento, porque ya en 1972 tuve la primera polémica en público en Diario de Ibiza y algunas escaramuzas en el Diario de Mallorca, siempre defendiendo el derecho a estudiar en catalán.
Pero lo que han hecho ahora en Cataluña, Valencia y Baleares es imperdonable e intolerable.
Simplemente, que en España, los ciudadanos pobres -como fui y sigo siendo yo mismo- no puedan adquirir concimientos de y en castellano me parece una canallada. Los hijos de los ricos y políticos pudientes (los maragalles, montillas, corbachinos, etc.) estudian en colegios privados donde aprenden un español impecable.
Esto no puede seguir así. Tantas luchas y sinsabores para llegar a instituir una sociedad clasista, donde con los impuestos de todos, dejamos los privilegios a los ricos y a los políticos nefastos. Así se perpetúa la casta dominante.
Por ello reclamo, 41 años después, el derecho de todo español a estudiar en español en España. Y pido la ayuda de todos con nuestro voto. Partido que no deje esto claro (PSOE y PP sobre todo) en su programa electoral, que no reciba ningún voto de ningún español demócrata.
El artículo de Anson, un demócrata luchador al que Franco tuvo que echar del país y un excelente prosista, miembro de la Real Aacademia de la Lengua, lo dice de una manera muy explícita.
El bilingüismo pisoteado, por L. M. Anson
Se impide a los padres, como cuestión de hecho, que elijan el idioma castellano en el que quieren educar a sus hijos. Se castiga a los niños que en el recreo se expresan en la lengua de Borges y Marsé. Se multa a los comerciantes que no rotulan sus tiendas en catalán. Se extirpa el castellano de folletos, programas, invitaciones, comunicados oficiales en la mayoría de los museos, instituciones públicas y organismos representativos de toda Cataluña.
Montilla y su Gobierno están haciendo lo mismo que hacía Franco pero al revés. El dictador se ensañó con la bella lengua catalana. La Generalidad persigue hoy con inusitada furia todo lo que se relaciona con el castellano. El bilingüismo es una realidad entre el pueblo pero una entelequia para el tripartito que gobierna en Cataluña.
Islamistas, judíos o evangélicos pueden escoger con toda facilidad la educación en su religión mientras se ha proscrito la tercera hora del castellano. Sañuda obsesión. Los padres tienen la posibilidad de elegir una u otra religión pero no el idioma de Cervantes. La multiculturalidad es un hecho; el bilingüismo, no. Y eso que todas las personas que habitan en Cataluña entienden castellano y sólo la mitad, catalán. La reciente huelga de las salas de cine a las que se quiere imponer el catalán ha sido reveladora. El palo ha crujido las costillas de Carod Rovira y Montilla. Pero es igual. Ni un ademán de rectificación. El totalitarismo franquista que padeció Cataluña se reproduce ahora, en cuanto al idioma, en medio del silencio de muchos que callan para no ser perseguidos.
La opción de ser escolarizados en castellano no existe de hecho. El abuso se impone porque el Gobierno Zapatero precisa de los escaños nacionalistas en el Congreso de los Diputados. Y se sacrifican los principios y el derecho a la aritmética electoral. El ministro Gabilondo, que es hombre sensato y razonador, vuelve la vista hacia otro lado y esconde la cabeza como el avestruz. Los que defendimos el idioma catalán contra Franco, no vamos a cejar, contra Montilla, en la defensa del castellano. El líder socialista de Cataluña puede instalarse en la tropelía excluyente. Pero no impunemente. El diario EL MUNDO está haciendo una magnífica campaña denunciando los abusos contra la lengua castellana. En varias ocasiones he dedicado yo esta página a exponer la triste realidad. El electoralismo de Zapatero por un lado y la pusilanimidad de Rajoy por otro no pueden arrojar la lengua castellana al zaquizamí de la Historia. Son numerosos los intelectuales catalanes que están en pie contra la tropelía. Habrá que ayudarles para que, desde dentro, se imponga la cordura y el sentido común y que el estudio de catalán y castellano se produzca en vasos comunicantes con estudio y sin ira como ocurre hoy cuando se expresa el pueblo llano en la vida cotidiana. Cuando uno se mueve por Barcelona y otras ciudades catalanas puede percibir el divorcio entre las obsesiones de la Generalidad y la normalidad ciudadana. Hay un rechazo a exclusiones e imposiciones. El catalán medio convive sin problema con ambos idiomas y asiste estupefacto a la persecución que un grupo de políticos ha desencadenado contra el idioma de Pablo Neruda y Pere Gimferrer.
El Cultural, 12-2-2010
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