jueves, 10 de diciembre de 2009
Yo tuve tres rickshaws en Ibiza, ahora se prohiben en Calcuta
Sí señor, por raro que parezca yo tuve en Ibiza una flota de tres rickshaws. Llenas de banderitas, colorines, pesadas.... Llegaron desmontadas de la India y la idea era hacer pequeños trayectos en los andenes del muelle de Ibiza conducidas por fornidas rubias alemanas (o de otro país, pero la renana es mujer de grandes prestaciones), que tienen grandes piernas llenas de fortaleza.
La explicación es simple: Entonces en España los extranjeros estaban obligados a disponer de un nombre español para gestionar una sociedad anónima, y me apuntaron a mí por hacer un favor a dos alemanes. Y de pronto me sentí propietario de tan singulares artefactos. No me hubiera sentido más importante de poseer un elefante africano.
Ya ni me acuerdo cómo acabó la historia, pero yo me deshice de mi participación y el proyecto no cuajó.
Ahora las últimas rickshaws que todavía funcionan en Calcuta, acaban de ser prohibidas por el gobierno indio. No obstante siguen funcionando las que dejan de lado la tracción humana y van con un motor, como un motocarro.
En muchos lugares ha sido el símbolo del imperialismo y de la arrogancia colonial de las potencias occidentales, pero es cierto que ha existido bajo los regímenes comunistas y ha servido para que muchas familias se sacasen un pequeño sustento diario.
En el cine, en pinturas, en la literatura aparece de manera recurrente la rickshaw, esta extraña carretilla arrastrada por un resistente jinete que también hace de bestia de tiro.
Ahora se han terminado. Sólo quedaban en Calcuta y también allí se han prohibido.
Quizás hubiera sido un buen negocio guardar las tres mías para destinarlas a caprichosas prácticas de dominio sobre algunos pervertidos a los que le va tirar del carro a latigazo limpio.
Quien sabe. Pero la verdad, ya no sirvo ni para atizar con el látigo. Me he reformado. Ya no soy el mismo. Esto se lo dejo a Antonio Banderas.
From: Mariano Digital, diciembre 2006