viernes, 11 de diciembre de 2009
Cerveza y vino, dos grandes amores de mi vida
Muchos miles de años de evolución y una apetencia mundial han dado lugar a toda una cultura de la cerveza, ostensible en la vida cotidiana en sitios como Irlanda, Chequia, España, etc. O en el mundo de la publicidad y de la literatura.
Los cócteles quedan muy bien para frustrados intentos de novelistas mediocres (o malísimos) que quieren reflejar una época: una época en la que los destilados eran tan apestosos que los barmen (hombre de la barra, o sea los camareros) se veían obligados a combinarlos para disfrazar sus gustarrazos.
Pero donde haya un buen vino y una buena cerveza, adiós a cualquier otra cosa.
Son los más antiguos que se conocen. Fermentados, que no destilados.
Leo en un blog una divertida entrada: Si la cerveza estropea tus publicaciones, pásate al vino.
Parece ser que un científico que le pegue mucho a la cerveza tendrá problemas con su actividad, o sea con su creatividad. En cambio, el vino es mucho más revitalizante.
Los que bebemos cerveza sabemos que el sabroso fermentado no ayuda precisamente a tener una buena y larga erección. La cerveza es mala para el amor. Ni puja ni empina, dejando esta labor simplemente para el codo.
Todo es cuestión de elegir ¿prefieres una buena cerveza o una mala mujer? (o aquí que cada cual pongo lo que quiera, cabra, hombre, gorila, osito de peluche).
También es cierto que los bebedores de cerveza no suelen tener límite, de ahí estas abundosos barrigas, la panza cervecera, que Dios nos mantenga en tiempos de crisis.
Yo puedo beber cada vez menos, por disciplina médica, pero el problema lo he resuelto de la siguiente manera: en verano tomo cerveza y en invierno le doy al vino. Ccreo que estoy en la media mundial. Aunque en la bebida también hay mucha incultura y aun peor, muchos prejuicios.
Quizás te guste darte una vuelta por las MD, mi blog excesivo
Y si quieres saber la importancia histórica de la cerveza, lee este artículo de George Will.