SANTA EULÀRIA | LAURA FERRER ARAMBARRI Burkhard Driest nació en Stettin en 1939, una ciudad que ahora pertenece a Polonia pero que entonces era alemana. Desde 2001 está establecido en Ibiza, donde ha encontrado el lugar perfecto para escribir sus novelas policíacas ambientadas en la isla y protagonizadas por el inspector ibicenco Toni Costa.
–El protagonista de su serie policíaca, Toni Costa, es ibicenco y las novelas están ambientadas en Ibiza, donde ha establecido su residencia. ¿Cuándo descubrió la isla?
–Llegué a la isla muy joven, en 1971. Eran años hippies y la isla era muy hermosa. No estaba estropeada por la industria del turismo, no había autopistas. Después me fui a Estados Unidos a seguir mi carrera como actor en Hollywood y regresé a la isla en 2001 por la belleza y la libertad con la que se puede vivir aquí. Estoy agradecido por esta experiencia. Pero, al mismo tiempo, me entristece y me enfada ver cómo en apenas diez años la isla ha cambiado tanto para mal. En esta isla tan hermosa la basura está por todas partes. ¿Cómo va a seguir atrayendo esta isla a personas de fuera, especialmente las de un alto poder adquisitivo, si se encuentran con tanta basura, con tanto edificio tan mal construido, con la falta de protección del paisaje? La isla es como una mujer a la que hay que cuidar y no ponerle un horrible vestido, que es lo que ha pasado. La belleza de la isla está siendo expoliada. No soy yo el único que lo dice, también hay ibicencos como Mariano Planells que hablan de esto.
–Hay un personaje en su libro: Matares, que tanto por el nombre como por sus influencias económicas y políticas, se parece bastante a Abel Matutes.
–He creado la familia Costa, la familia del protagonista, que para mí es mucho más interesante que Matares. Porque Matares, o Matutes, los hay en todo el mundo. Prefiero otros personajes como el de Josefa, que hereda la parte menos valiosa de las propiedades de la familia, las tierras junto al mar que no tenían valor para cultivar y que, sin embargo, serán las más apreciadas cuando comience el boom turístico.
–¿Qué espera de su libro ´Lluvia Roja´?
–Van a hacer una película con el libro. El rodaje comenzará en Ibiza en septiembre u octubre de este año y ya estoy trabajando en la adaptación del libro al guión cinematográfico. Hay muchos personajes y en un guión no se puede meter a todos, pero estoy seguro de que Josefa va a estar. Se trata de una coproducción entre Alemania y España.
–Sin revelar la historia ¿qué se puede contar de su libro?
–Toda la historia gira en torno al crimen perfecto, a homicidios que no se pueden probar. Incluso insinúo que el asesino ha podido matar a cientos de mujeres antes de que se descubra todo, porque sus crímenes no dejaban rastro. Si una de sus víctimas no hubiese muerto de manera violenta jamás le hubieran descubierto. Un caso similar sucedió en los Estados Unidos y eso fue lo que me inspiró, lo que desencadenó el libro.
–Tiene una larga relación con el cine. Escribió el guión de la película ´Querelle´ junto con Fassbinder y también trabajó con Sam Peckinpah en ´La Cruz de Hierro´.
–Me pregunto si la gente hoy día conoce a Fassbinder.... cuando era joven pasé un par de años en prisión [por participar en el robo a un banco] y allí leí ´Querelle de Brest´, de Jean Genet. Este libro me afectó mucho, me gustó realmente. Después tuve la oportunidad de conocer a Fassbinder, hablamos de la posibilidad de llevar la historia al cine. Fassbinder era gay y todos los gays conocen ´Querelle´. El protagonista es Brad Davis y también aparecen Franco Nero y Jeanne Moreau.
–¿Qué recuerda de su trabajo con Peckinpah?
–Realmente me gustó trabajar con él y fue sencillo. No tengo un gran protagonismo en la película (´La Cruz de Hierro´). Peckinpah era una persona a la que le interesaba mucho la violencia, era un tipo muy macho, le gustaba ir al casino... no puedo decir mucho más de él.
– ´Lluvia Roja´ ¿es su primera novela traducida al castellano?
–Así es. He escrito doce novelas a lo largo de mi vida pero no todas son thriller o policíacas. Creé la serie sobre el investigador Costa en 2001. Llamé a mi agente y le pregunté directamente: ¿qué tengo que hacer para tener éxito? Él me dijo que me dedicara al género negro. Lo situé en Ibiza porque en ese momento me había trasladado a la isla y había comprado esta casa [donde se realiza la entrevista]. Cuando escribo necesito una concentración total, no doy fiestas ni voy a eventos. Vivo como un monje en mi casa. Aquí realmente consigo no tener interrupciones y lo disfruto. Mientras escribo sólo convivo con la familia Costa.
–¿Está Toni Costa inspirado en alguien real?
–No, todos los personajes son inventados pero realmente viven en mi mente. La gente olvida que puede vivir en su mente, que puede recordar y vivir todo lo que quiera en su cerebro.
–La novela es muy realista, en el sentido de que está repleta de referencias a lugares reales en Ibiza, desde edificios como el Transat de Vila a es Vedrá, y también a sus costumbres, como las matanzas, el ball pagès...
–Investigo mucho para mis novelas. Hago entrevistas y pregunto todas mis dudas sobre los temas de la novela. Los toques de realidad son importantes en los libros. Cuando necesito saber algo sobre medicina forense, por ejemplo, llamo a especialistas. Tengo un amigo que es jefe de la sección forense en un hospital universitario que me ha sido de ayuda en las descripciones de marcas postmortem o en descripciones de autopsias.
–Es más que un relato policíaco: contiene una reflexión sobre la belleza, sus peligros, la dureza del paso del tiempo...
–Mi novela gira en torno a la belleza. Es un fenómeno que me fascina. Descubrí la belleza femenina cuando, con once años, la reconocí en una niña que ya era una mujer. La belleza –o el sentido de la belleza– es un regalo maravilloso de Dios. El filósofo alemán Hegel dijo que la belleza es la manifestación sensible de la idea confundida con una apariencia material. Pero el antihéroe de la novela tiene una idea muy diferente de la belleza.
–¿Qué piensa usted de la cirugía estética en general?
–Hay dos perspectivas. En el nivel espiritual diría que la cirugía estética no es buena porque ofrece la impresión errónea de que los sentimientos humanos son físicos, moldeables: prolongar la vida, ser joven siempre... Eso es una visión errónea de la vida. Cualquier actitud perfeccionista es peligrosa, hay personas que no quieren ver nunca lo malo de la vida ni en sus rostros ni en su cotidianidad... No quieren ver el lado oscuro de la vida pero eso no funciona. En otro nivel, menos espiritual, la cirugía es admisible si se pueden mejorar problemas físicos como tener las piernas torcidas. Hay cirugía de reconstrucción que es buena, es totalmente aceptable. Depende de lo lejos que quieras llegar. Si tienes treinta años y quieres hacerte un lifting, empezarás ahí y no podrás parar. El problema radica en que el punto de partida inicial de alguien que se opera es que lo hace para gustar a los demás y eso es un punto de vista erróneo. En la vida hay que amar a los demás, no hay que pensar ¿alguien me puede amar? Porque eso daña la autoestima.
–En el libro critica alguno de los defectos típicos de Ibiza y los ibicencos como la impuntualidad, quizás el machismo de la sociedad tradicional y la falta de profesionalidad en la investigación policial. ¿Nos ve como una república bananera?
–Creo que hay algo de verdad en eso pero, por ejemplo, el tema de la falta de profesionalidad tiene una explicación: lo mal dotadas que están las competencias, no hay medios ni dinero. Hace falta pagar mejor a los policías e investigadores y que éstos cuenten con medios suficientes para hacer una buena investigación. Respecto al machismo, creo que es algo bastante común que se va superando. La sociedad ha sido patriarcal, una sociedad masculina, pero la mujer tiene cada vez más peso en la sociedad y en la cultura. No juzgo las cosas, me gustaría vivir en un lugar donde la sociedad fuese patriarcal [bromea]. Antes del turismo no había crímenes en Ibiza. Salvo algún problema de vecindario, no había apenas delincuencia, no necesitaban tanta policía. La inseguridad ha llegado con el turismo y una inmigración poco controlada que ha propiciado la entrada de delincuentes del Este de Europa.
–El personaje de Costa resulta muy realista porque, aunque es un buen investigador, su vida cotidiana es un desastre. Nunca tiene tiempo para comer decentemente, la ropa se queda en la lavadora y coge olor a moho, su novia está harta de sus plantones por trabajo...
–Me alegro de que me diga eso porque simplemente he utilizado los clichés de la novela policíaca. Todos los detectives en todos los libros se describen de este modo, con una vida desordenada. Yo no he tenido esa experiencia porque nunca he tenido que trabajar con un horario y por eso no conozco la vida normal. Pensaba que era un jodido cliché.
–Personalmente no lo veo así, porque la de Toni Costa es la vida de una persona trabajadora, que vive sola, perfectamente descrita... muchas personas se pueden identificar con él.
–Estoy aprendiendo de usted en este momento. Supongo que es una vida estresada... parece que la sociedad no está evolucionado a mejor sino a peor. Ningún trabajo es práctico o físico y todo se basa en pensar, pensar y pensar.
–¿Está escribiendo un nuevo libro en la actualidad?
–Estoy continuando con la saga de Toni Costa. El próximo se desarrollará en un conocido restaurante de Ibiza, que en el libro cuenta con tres estrellas Michelin.
–¿Lee novela policíaca? ¿Qué opina de fenómenos superventas somo Stieg Larsson o Henning Mankell?
–Me gusta Raymond Chandler. No leo mucha novela policíaca, ahora me he centrado en el budismo y leo sobre ello. Sobre Larsson opino que está sobrevalorado y Mankell me aburre. No estoy de acuerdo con el contenido de estos libros en los que se trasluce que la sociedad es cada vez más violenta y que va a peor y a peor. Eso no es cierto. La irrupción de la mujer en la sociedad, alcanzando posiciones cada vez más importantes, reduce los niveles de violencia. Las mujeres y la violencia no van juntas. Tiene que ver con el hombre y la testosterona. Cuando era joven había más violencia. En Alemania había peleas todos los días en los bares. Cuando estaba en la universidad participaba en una banda de jazz y tocaba la batería. Siempre era el último que salía de los locales y muchas veces me estaban esperando en la puerta para pegarme : «Tú, jodido gilipollas, has mirado a mi chica». Por eso también aprendí a boxear.
Diario de Ibiza