El dragón blanco te protege, es una entrada de MD, 8 de enero del 2006.
Y de una forma incierta sabía que podía dirigir sus pasos por veredas inexploradas y por caminos inseguros, porque en el fondo de su corazón latía la fuerza del dragón blanco.
Había oído hablar a sus abuelos de una alianza desesperada, en tiempos donde el sol no dirigía las horas, en tiempos difusos, cuando el semidiós Bes, un enano deforme que guardaba a los niños y había exterminado todas las serpientes de la isla (en Ibiza no hay víboras) había sellado un pacto bajo las candelas del sello egipcio con un fabuloso dragón casi transparente.
Fabuloso, porque aquel ser quimérico introducido en el templo por los sacerdotes fenicios sólo existía en la realidad en el fondo del corazón de algún hombre designado.
Para ello se elegía a quien pudiera soportar mayores sufrimientos, de manera que aquella horrible designación conducía a la guerra continua al corazón belicoso.
El elegido era el ser más castigado y apaleado, pero tenía las armas profundas del corazón, y de una forma incierta sabía que podía dirigir sus pasos por veredas inexploradas y por caminos inseguros, porque en el fondo de su alma manaba la sangre noble e inexpugnable del dragón blanco.